locura adolescente en la previa

Los fans de la banda liderada por Hayley Williams esperan su show de hoy en el Luna Park desde hace dos días; mirá las fotos y el video















Una señora mayor, con impermeable, cartera y paraguas bajo el brazo, pasa y mira horrorizada. Desde el segundo piso de un edificio ubicado sobre la calle Bouchard al 400, otra también mayor pero en ropa de entrecasa, registra desde su ventana la escena que tiene en frente: decenas de chicos vestidos de negro, algunos pelos teñidos de rojo, tirados en la vereda sobre cartones sucios, haciendo nada más que esperar. Y comer algo. Y dormir otro poco. Y esperar.
La postal no llamaría la atención de estas señoras acostumbradas a frecuentar la zona, si no fuera porque son las doce del mediodía y faltan unas nueve más para que un nuevo recital rockero tenga lugar en el Estadio Luna Park. Y porque la cosa estuvo así durante días. Lo que justifica el escenario y la anticipación exagerada es la primera presentación de Paramore, la banda pop-punky estadounidense liderada por Hayley Williams (esa pelirrojita encantadora, sí, que este año tuvo que afrontar la baja de dos de los miembros fundadores de la formación de la que es cara), en nuestro país. La pregunta, más allá de comprender los efectos de aquel impulso inexplicable que provoca el fanatismo y que lleva a cometer actos insólitos y hasta desquiciados, es: ¿a quién se le ocurre llegar dos, DOS, días antes de la fecha del show a la puerta del lugar?
Y no es retórica. Porque ahí estaban: muchos chicos (de 14, de 18, de 23) viajaron durante horas para llegar primeros, iniciar la cola, entrar antes que nadie al estadio y ver a su banda favorita desde la valla. Si el cuerpo les da, claro. No es joda pasar dos noches en la vereda de una avenida ruidosa, sucia, con ratas (de verdad) merodeando, el frío de la madrugada y la llovizna insidiosa del amanecer. No es joda pero, cuando se les pregunta el porqué, se trata de comprender el razonamiento que se transforma en necesidad incontrolable de estar ahí, ellos responden seguros. Su oportunidad de ver a la banda que está marcando su adolescencia justifica todo el sacrificio, más allá de que otros (los curtidos, los que ya saben que el lugar privilegiado en el estadio no se consigue por orden de llegada) lleguen a las nueve de la noche e igual vean a Hayley desde primera fila.


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